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11 de diciembre de 2008
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El espacio expositivo instalado en el vestíbulo del MARQ, acoge un recipiente cerámico hallado en 2004 la Cova d’En Pardo de Planes. Esta cavidad se abre a unos 640 m sobre el nivel del mar en la vertiente meridional de la Sierra de la Albureca. Su entrada es de forma triangular y estrecha. En Pardo una cavidad cárstica de dimensiones medias. Una estalactita de buen tamaño divide su interior en dos espacios o “salas”. Las excavaciones del MARQ se han desarrollado en la cueva entre 1993 y 2007, centrando los trabajos en la sala derecha, donde en su fondo se descubrió este vaso.
La excavación en la cueva ha permitido distinguir distintos niveles arqueológicos. El del vaso anforoide de en Pardo es el VI. Este nivel o piso de ocupación esta caracterizado por un sedimento de color pardo que contiene pocas piedras. Como el que tiene por encima (nivel V) integra multitud de pequeños fragmentos de cerámicas con un tratamiento de peinado en las superficies y otros elementos como restos de fauna, útiles en sílex o colgantes perforados de concha testimonian el uso de la cavidad por parte de pastores prehistóricos. Una datación de carbono 14 de un hueso bóvido y otra de un hueso humano dan al nivel VI 6.600 años de antigüedad.
Esa es la cronología de este recipiente. Se trata entonces de una producción de una fase media del Neolítico que, de manera sorprendente, nos llega en un excelente estado de conservación. Ha sido sometido a un riguroso proceso de investigación en el que han participado distintos especialistas. Se trata de un cántaro con una forma que recuerda a las ánforas. Se usaba enterrado, sobresaliendo sólo el cuello. Tiene una capacidad de 25,9 l. Se vincula al uso que los pastores neolíticos harían de la cavidad, debiendo haber servido para aprovechar el agua resultante del goteo del interior de la cueva, o para contener leche que se consumiría fermentada.
En la Comunidad Valenciana se conocen varios vasos similares, casi todos localizados en la provincia de Alicante. Del vaso de la Cova de En Pardo se sirvió el grupo de pastores que entre la primavera y el verano utilizara la cueva como redil, dentro de una práctica pecuaria trashumante bien constatada en el V milenio a.C. Al abandonar la cueva dejaron el vaso enterrado y tapado guardando la intención de volverlo aprovechar en la siguiente temporada. Quienes volvieron a utilizar la cavidad con los mismos fines no lo encontraron, de modo que el vaso ha permanecido enterrado e incólume 6 milenios.