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De octubre 2016 a enero 2017
La estela funeraria ibérica de Altea la Vella es el elemento patrimonial mueble más importante de Altea. Es de gran importancia en la iconografía ibérica, por ser una de las pocas estelas funerarias antiguas con la representación de un guerrero, equipado con su propia panoplia bélica. Se encontró accidentalmente en 1972 en el espacio de una necrópolis ibérica conocida y expoliada desde principios del siglo XX. Los escasos materiales conocidos no se empezaron a estudiar hasta los años 80.
La necrópolis pertenecía y daba servicio funerario al poblado ibérico que se encontraba a pocos metros al sur, el yacimiento de Altea la Vella. Los materiales del poblado han sido datados entre la segunda mitad del siglo VI a. C. y a lo largo del siglo V a. C. La cronología de los materiales de la necrópolis es parecida, y la sitúan entre finales del siglo VI y un momento indeterminado del siglo V a. C. En este período es cuando se realizó la estela. En todo caso se trata de manifestaciones culturales propias de una sociedad del período ibérico antiguo.
La estela está realizada en piedra arenisca de grano fino, muy porosa. Mediante un grabado de incisión y fricción se representó de manera esquemática la panoplia propia de un guerrero, de un hoplita. En ella podemos distinguir elementos como una espada con empuñadura de antenas y hoja recta, un cuchillo afalcatado de uso personal, un posible guante o manopla, un hipotético linothorax o coraza hecha de capas de lino, el cinturón de apariencia samnita de lámina de bronce y las grebas de protección para la espinilla. Todos ellos, elementos símbolo de estatus y prestigio para su poseedor.
La estela funeraria es símbolo de la inmortalidad que buscó el personaje enterrado bajo ella, con la intención de perpetuar su memoria y asegurarse la vida de ultratumba. Los elementos que se representan son símbolos de jerarquía del héroe al tiempo que, cargados de simbología religiosa, le aseguraban la protección a él y a todos los que se le acercaran.
La estela de Altea la Vella se enmarca dentro de las manifestaciones culturales funerarias propias de la Edad del Hierro, siguiendo influencias anteriores y de su propio tiempo. Manifestaciones derivadas de la dinámica interna de la propia sociedad y de los contactos culturales con otros pueblos, del interior peninsular, del centro y norte de Europa y, especialmente, de la vía de intercambio y de encuentro que es el Mediterráneo.