En torno a 1800 la situación política mundial era especialmente crítica, con una Europa en pugna entre la imperialista Francia de Napoleón y la expansionista Gran Bretaña de Jorge III, en un interminable rosario de batallas y asedios interrumpido tan sólo por breves momentos de paz.
En España, estos años coinciden con el reinado de Carlos IV, con Manuel Godoy como primer ministro. La Corona española, uno de los mayores imperios, ve peligrar sus extensos dominios en ultramar y se debate en un juego de alianzas alternativas con Francia y Gran Bretaña.
La paz alcanzada en Amiens en 1802, tan deseada por todos, no supondrá más que un leve respiro. En poco menos de un año, Francia e Inglaterra se declaran de nuevo enemigos, mientras España intentará permanecer neutral.
Pero la guerra es una costosa sangría que exige fuertes sumas de dinero y, cuando el 5 de octubre de 1804 la escuadra española procedente de Montevideo se aproxima a la Península, son muchos los que tienen puestas sus miras en los tesoros que transporta.
Se muestra la última página del tratado original, con las firmas y sellos en lacre de los cuatro países firmantes. La primera es la del embajador español, Nicolás de Azara.
María Luisa de Parma, reina de España
María Luisa de Parma, Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)
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