La Arqueología permite conocer las sociedades del pasado a través de sus restos materiales
Un yacimiento arqueológico integra los restos que existen bajo el suelo y también aquellas construcciones que perduran. Todas estas obras humanas forman los hitos bien trenzados del tejido de la Historia. El escenario presentado en esta sala arranca hace 2.400 años y llega hasta nuestros días.
Se muestra una excavación hipotética que podría haber sido realizada en un medio urbano. En el ámbito del claustro de una iglesia o monasterio gótico el siglo S. V que muestra las partes constructivas y diferentes añadidos, reformas y acciones del hombre a lo largo de su existencia, se ha excavado y se ha descubierto que se edificó sobre un área habitada desde antiguo.
En el área excavada, la fase más antigua, del siglo IV a.C. es una construcción ibérica adosada a una muralla situada en el extremo de un poblado, pues en el exterior hay un camino con huellas de carriladas recortadas sobre la roca. Los restos constructivos y objetos hallados evidencian un abandono súbito producido por un incendio a finales del siglo III o inicios del siglo II a.C.
Sobre estas ruinas se construyó una vivienda romana de inicios del siglo I d.C. pavimentada con un mosaico y con paredes decoradas pictóricamente. En el área excavada sólo se aprecia una esquina de la villa y junto a ella un camino, una cisterna y un cementerio documentado por la inscripción funeraria. La casa se abandonó a finales del siglo II por lo que encontramos pocos objetos.
Sobre la casa caída se nivela el terreno. En el siglo V el área se utilizó como cementerio, del que es testigo una tumba construida con tejas a doble vertiente. Tras una fase sin ocupación, definida por capas de tierra y grava creadas por arrastres de lluvia, en el siglo XII los musulmanes construyeron otra vivienda junto a un camino en cuyas proximidades también hay un cementerio. De la casa sólo se observa una esquina, una canalización y un pozo ciego; y del cementerio, dos enterramientos en fosa.
La casa se derribó a finales del siglo XIII y en el siglo XV se construyó el edificio religioso cristiano. Para crear las cimentaciones del pórtico del claustro, se abrieron profundos hoyos que excavaron los restos precedentes. La bóveda del pórtico se rellenó con vasijas para aligerar el peso de la estructura. Los muros de sillería fueron posteriormente enlucidos y sobre ellos se realizaron a lo largo del tiempo grafitos y reformas como la modificación y tapiado de ventanas.