I.I Los porches de la morada de Osiris
(capítulo 146 o 1B)
Esta fórmula que se recita ante la tumba durante los funerales, da el nombre de los 21 porches que jalonan la morada de Osiris en el más allá. El difunto debe conocer el nombre de cada uno de ellos así como el de su guardián para poder circular libremente por el reino de Osiris. El libro de los muertos de Neferubenef comienza con ocho columnas de texto que contienen una versión muy original y pocas veces documentada de este texto, que comienza así: «Palabras que tiene que decir el chambelán Neferubenef: Ciertamente, os veo. He venido. Os conozco como a estos porches de Osiris, señor de la vida.»
I.II El Osiris Neferubenet
(capítulo 69)
Una vez momificado y habiendo salido inocente del juicio ante el tribunal de Osiris, el difunto se convierte a su vez en un Osiris. A todo lo largo del Libro de los Muertos aparece junto al soberano de los muertos y se asimila a él para renacer a la vida eterna, tal como lo cuenta muy explícitamente este pasaje del capítulo «¡Soy Osiris!». Como el dios asesinado por su hermano Seth y devuelto a la vida gracias a los cuidados de su hermana y esposa Isis, ahora el nuevo Osiris puede afrontar las pruebas del más allá con armas semejantes a las de su modelo.
I.III Las transformaciones del muerto
(capítulo 76)
El papiro de Neferubenef conserva 11 de los 12 capítulos habitualmente consagrados a las transformaciones del muerto (sólo le falta la transformación en loto). Los poderes propios de cada criatura a la que encarna le permiten luchar contra ciertos peligros específicos que se encuentra en el más allá. Transformado en halcón divino (capítulo 76), se convierte en Horus, el hijo de Osiris, invencible heredero del soberano de los muertos. Este Libro de los Muertos comporta una versión de esta fórmula raramente documentada y particularmente desarrollada..
I.IV Osiris
(capítulo 42)
Osiris está representado conforme a su iconografía más tradicional, la que encontramos, sobre todo, en los exvotos de bronce de épocas tardías: está momificado, sostiene el cetro-uas, insignia de poder, y lleva la corona-atef que le corresponde. Frente a él, el muerto está representado como un niño, desnudo, peinado con la trenza característica de los muy jóvenes, y llevándose un dedo a la boca; encarna así al dios de Heracleópolis cuya particular teología se detalla en el capítulo 42.
I.V El pilar-djed de oro
(capítulo 155)
Este pilar, que quizá al principio fuese un árbol con las ramas cortadas, se convirtió en símbolo de estabilidad adoptado por Osiris, de quien acabó por representar la columna vertebral. Según el capítulo 155, el pilar-djed de oro debe colocarse, el día de los funerales, al cuello del difunto asimilado a Osiris.
I.VI El juicio del muerto (o psicostasia)
(capítulo 125)
El muerto es conducido a la sala del tribunal divino a presencia de Osiris, ante quien Anubis, el dios con cabeza de chacal, pesa su corazón. Si éste no es más pesado que la diosa Maat, cuya efigie descansa en el otro platillo de la balanza, será declarado inocente, «justo de voz», y podrá comenzar su vida en el más allá. Vigilan la operación las dos diosas de la justicia y el dios Thot bajo su forma de babuino.