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La Dinastía Han empieza a gobernar su imperio en China cuando la República de Roma es aún un pequeño estado que lucha contra Carthago. Mediado el s. I a.C., Julio César, obsesionado con emular a Alejandro Magno, inicia el camino al poder unipersonal y al dominio del mundo. Roma atacará al Imperio Parto (Persia), que masacra a sus legiones en Carrhae (Turquía). Augusto, tras conquistar Egipto y fijar la frontera con Partia (Dura Europos, Éufrates), busca una nueva vía, potenciando el comercio con la India desde el Mar Rojo. La nueva Roma imperial manifiesta su esplendor con lujo oriental.
Los imperios de la China Han y Roma gobernaron a más de la mitad de la población del mundo. Controlaron vastos territorios mediante expertas administraciones, poderosos ejércitos, una lengua común y buenas vías de comunicación. Enormes distancias, inhóspitos territorios y el Imperio Parto los separaron. Nunca se encontraron, pero quizás nunca lo necesitaron…